Los colegios salesianos siempre han destacado por su cercanía con sus alumnos. Don Bosco mostraba esa cercanía desde la alegría, pero sobre todo desde el cariño incondicional hacia los jóvenes. Era una apuesta sincera por no dejar a ningún joven atrás pues, para él, “no hay jóvenes malos; hay jóvenes que no saben que pueden ser buenos y alguien tiene que decírselo”.
Don Bosco tenía un compromiso personal con todos y cada uno de los jóvenes que tenía a su alrededor: los buscaba y cuidaba, los escuchaba y, lo que es más importante, los orientaba. En una época donde estos no estaban valorados y eran tratados como mano de obra barata, Don Bosco se implicaba en sus vidas y los aconsejaba para que tuvieran un futuro digno.
Y todo esto se transforma en nuestros días. Ese mismo espíritu que tuvo Don Bosco en su día, es transmitido por la figura de cada uno de los educadores y educadoras de la comunidad educativo-pastoral, donde el Orientador del centro desarrolla en los colegios salesianos su vocación acompañando a los alumnos y sus familias.
Un orientador que se va al encuentro de los jóvenes, sin prejuicios; les escucha con el corazón y les ofrece su ayuda con las manos bien abiertas, como lo hace Juanan en Salesianos El Campello.
Esa es la figura del orientador de los colegios salesianos: amable, sincero, cercano, asertivo, comprometido, empático y también, conocedor de la realidad académica actual, firme en la toma de decisiones y con alto grado de conocimiento de la psicología humana.
De esta manera surge el encuentro entre el Orientador y el Alumno en nuestro colegio: al aire libre, rodeado de naturaleza y de manera personal entre ambos buscando lo mejor para el alumno.