Javier Ramón Giner Domenech, profesor de Filosofía
En nuestro colegio de Salesianos El Campello, como todos los años, el Día Mundial de la Filosofía (19 de noviembre), lo celebramos en el marco de la asignatura impartida en cuarto curso de secundaria, día a día a lo largo del curso. En ella los alumnos llevan a cabo debates, se interrogan sobre temas de actualidad, indagan sobre el conocimiento de uno mismo y, en definitiva, desarrollan un pensamiento crítico y autónomo que les ayudará a desenvolverse en el mundo que les toque vivir.
Puede que sea el último año. Parece ser que la Filosofía, con la nueva ley, dejará de ofertarse en secundaria y desaparecerá del curriculum en esta etapa.
Puede parecer extraño dedicarle un día conmemorativo a algo de lo que cada vez se habla menos y que poco a poco va desapareciendo de nuestros sistemas educativos. Pero, los que creemos en la necesidad de la Filosofía en las aulas, estamos dispuestos, no únicamente a celebrar su día mundial, sino a seguir pregonando la vital importancia de la Filosofía en la educación y formación integral de alumnos y ciudadanos en general.
En un mundo en el que prima la utilidad funcional del conocimiento, se presenta como algo complejo dar a entender dónde se encuentra su valor. Quizá que sea una frase del propio Kant la que lo consiga con más acierto: “No se puede enseñar filosofía, sino sólo a filosofar”. De esta manera, Kant nos transmite que el valor de la filosofía se encuentra, entre otras muchas cosas, en la capacidad de enseñarnos a admirar, a mantener una actitud reflexiva y crítica ante la vida, a llevar a cabo argumentaciones correctas y actuar como ciudadanos desde una perspectiva ética. Nos enseña a pensar y no qué pensar. En definitiva, a ser dueños de nuestra propia vida y aportar nuestro granito de arena al bien común.
Es curioso que cuando más necesaria es la filosofía, más la estemos abandonando, pero también puede que sea una relación causa-efecto, ya que cuanto menos se trabaja y habla de algo, por interés, antes se olvida su existencia y necesidad. Y es que hoy, como siempre, existe la amenaza de que nos convirtamos en meros borregos al servicio de intereses diversos siguiendo el camino marcado sin preguntarse por qué y si existe alternativa alguna. Intereses a los que les conviene bien poco que los ciudadanos se interroguen y piensen por sí mismos.
Esperemos que este día conmemorativo sirva para que desde nuestros poderes públicos se siga teniendo en cuenta la vital importancia de la filosofía en particular y las humanidades en general para formar ciudadanos con conciencia ética y sentido crítico. Y que esto cristalice en una presencia efectiva de materias dedicadas a ello en los programas y leyes educativas y no quede únicamente en el preámbulo de la ley.