Una posibilidad: ser misionero hoy

17 octubre 2024

Guillem Tortosa – 17 de octubre de 2024

Nunca había pensado la posibilidad de ser “misionero”, es decir, dejar mi tierra e ir a un país lejano a “anunciar el evangelio”. Y mira por dónde, cuando Don Joaquín Cardenal y su Vicario Pepe Sanz fueron al Malí para ver lo que pedían los obispos y decidieron quedarse en Tuba, me entró “el gusanillo” oyéndolos hablar de lo que habían visto. Entonces decidí pedir que me enviasen al Malí. El pasado 7 de octubre fue el 40º aniversario de la imposición del crucifijo misionero en Turín. Llegué al Mali el 12 de julio de 1985, a la parroquia de Tuba. He estado casi siempre en Tuba, excepto los cuatro años que pasé entre Abidján y Cinkassé en el Togo (1998-2002), los dos años de Saint-Alexis (Siguiri) en Guinea-Conakry, los tres años de Bamako (Mali) (2016-19), los dos años de Gbodjomé (Togo) con los novicios (2019-2021) y los dos meses que pasé en Cotonú (Benin) en 2024.

¿Qué queréis que os diga? Soy muy feliz de haber venido y de haber estado donde he estado. Si alguna cosa hay que deplorar sería el hecho de no haber venido antes. Y más aún el hecho de no poder continuar. Tuba es una misión muy bonita. Estamos en medio de la gente, una gente pobre y sencilla, pero acogedora y muy generosa. Con sus defectos, como todo el mundo, pero eso se perdona fácilmente. Como ellos perdonan tus defectos si ven que te entregas a ellos. Si ven que haces esfuerzos por hablar su lengua, aunque no consigas hablarla bien, te lo perdonan.

Aquí me he sentido salesiano como nunca. Ser salesiano es un espíritu y no unas obras concretas. Los jóvenes los tenemos “a la mano”, no hace falta buscar demasiado. Yo hice esfuerzos por aprender los nombres de todos. El problema es que tenemos muchos pueblos en la parroquia (ésta tiene una superficie de 2.500 Km. cuadrados, cosa parecida al país que llamamos Luxemburgo) y no nos podemos ver con regularidad.

Cuando leí la carta del Rector Mayor donde presenta la región África-Madagascar, me sentí identificado con lo que decía hablando del Buen Pastor que “conoce por su nombre a sus ovejas”. Es una de mis preocupaciones. Cuando me toca quedarme en Tuba un domingo, después de la misa empiezo a pasearme por el pueblo para saludar a la gente y siempre procuro ir adonde se encuentran jóvenes. Siempre encuentro alguno nuevo, porque no todos van a la iglesia, aunque estén bautizados. Si voy a un pueblo, hago lo mismo.

Cuando en 2001 llegué a Cinkassé, al norte del Togo, me acompañaba el vicario inspectorial, quien hablando a los chicos en las “buenas noches” les dijo: dentro de poco, éste (me señalaba a mí) será vuestro amigo. Y así fue. Me aprendí en seguida los nombres de todos. Y además hice algo que hasta entonces nadie había hecho: ir a conocer sus pueblos y familias, pasando la noche de ciertos viernes en sus casas. Había ido sólo por tres meses. Cuando después de Pascua tuve que regresar a Abidjan, al arrancar el coche me sorprendí llorando.

Fue un placer para mí lo que me dijeron en Abidjan. Había una reunión de corales de jóvenes en la iglesia. Yo entré en ella y cuando el animador que tenía el micro me vio dijo: “Saludad a Guillem, el amigo de los jóvenes y de todos”. Eso es lo que intento ser y hacer. Con mi presencia al lado de la gente intento poner en práctica lo que dicen nuestras Constituciones: “ser signo y portador del amor de Dios a todos, en especial a los jóvenes”.

El actual obispo de San cuando era rector del seminario mayor de Bamako me escribió un día: “Yo sé, nosotros sabemos que tú te has desposado con nuestra tierra”. Eso es para mí la inculturación. Alguien ha dicho que para inculturarse hay que dormir mucho en los pueblos, con la gente. Yo he dormido en la mayoría de los pueblos de la parroquia de Tuba, en los casi 25 años que he estado allí.

En resumen. Doy gracias a Dios por todo lo que he podido vivir en África, donde he sido feliz en todas partes, igual que lo soy en España (Barcelona, Valencia, Elche, El Campello…)

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